¿Por qué no se borra un tatuaje?
Debemos conocer la estructura de la piel. La primera capa que vemos es la epidermis. Esta es la parte más fina y superficial. Tiene un espesor de 0,1 mm y las células que la componen se van regenerando constantemente. Esta es, por lo tanto, la capa que se perfora con la aguja de tatuar, hasta 50 mil veces por minuto.
Cuando la aguja perfora la epidermis llegamos a la dermis, la capa más gruesa. Es en ésta donde se tatúa y se almacena la tinta. A diferencia de la primera, la dermis contiene terminaciones nerviosas y vasos sanguíneos, por eso duele y sangramos cuando nos tatuamos.
En tercer lugar encontramos la hipodermis. Es la capa más profunda, en la cual no se debe nunca tatuar. De lo contrario pueden aparecer halos en el dibujo, además de provocar un dolor y un sangrado intensos.
Justamente un tatuaje no se borra porque la piel activa su mecanismo de defensa. Veamos cómo funciona. Al inyectar gran cantidad de tinta la piel reacciona encapsulándola, como ocurre con cualquier sustancia externa. La aísla para protegerse. Las células de la piel crean una película al rededor del tubo, creado anteriormente con la aguja de tatuar. Esta película o cobertura consigue almacenar la tinta para que no se escape y, a su vez, hace que el tatuaje quede de forma permanente impregnado en la piel.
Además, el proceso de cicatrización juega también un papel importante. Este proceso sella las heridas provocadas por la aguja, en cada perforación de la epidermis. De modo que cada tubo relleno de tinta queda sellado por todos lados, tanto interna como externamente. Pero para que el tatuaje cicatrice correctamente es necesario seguir una serie de pautas.
Debemos evitar que el tatuaje se infecte, ya que no deja de ser una herida. Para ello es importante taparlo y lavarlo con jabón para mantenerlo limpio. Los tatuadores profesionales también recomiendan aplicar crema humectante sobre el tatuaje, para procurar mantenerlo hidratado y favorecer la cicatrización.